ALGODONALES
Abrazado por infinidad de huertas y acunado por naranjos, membrillos y granados, Algodonales es un pueblo con historia. Su origen radica en la política de repoblación de tierras reconquistadas a principios del siglo XVI. Los repartos de tierras proclamados hacia 1.520 por la familia ducal de Arcos, los Ponce de León, abren la oportunidad para la colonización de Los Algodonales, que en 1566 adquiere el rango de aldea y obtiene la bula papal para construir una iglesia bajo la advocación de Santa Ana.
Sin embargo en sus inmediaciones ya existieron asentamientos humanos desde los tiempos más remotos, como lo atestiguan los abrigos naturales de Cueva Santa, Chamusquina y Castillejo, donde se han encontrado entre otros restos, útiles del período Neolítico; o también los asentamientos del Cerro de la Botinera, con restos de poblados fortificados de la época ibérica, que perduraron durante la dominación romana. Su urbanismo por lo tanto se desarrollará a partir de la Edad Moderna, adaptándose a la ladera de la montaña, adquiriendo una disposición alargada que sigue los distintos niveles del terreno y cuyo centro neurálgico lo constituye la plaza de la Constitución, en la que se encuentra el edificio más emblemático de la población: la Iglesia de Santa Ana.
De distribución similar a la arquitectura árabe, las calles fueron construidas en función de caminos naturales que aprovechan el agua de la lluvia, las sombras para los calurosos veranos, el color de la cal, el olor de los naranjos.
Conserva recursos turísticos vírgenes, aun sin explotar, reservándole al visitante una sorpresa a cada paso. Su paisaje característico en el que contrasta un suave valle con los relieves más abruptos y accidentados de la sierra, su alto nivel ecológico, sus bosques de especies antiquísimas, fuentes a cada paso, hacen de él un pueblo ideal para un alto en el camino. A la sombra de sus montes de propios nace la Muela. Es un placer pasear por esta pedanía y "respirar" el paisaje que la rodea.
Os proponemos subir caminando hasta la cima de la Sierra de Lijar y en la ascensión descansad en su zona recreativa entre encinas, quejigos y algarrobos. Seguid ascendiendo y admirar las grandes moles de caliza, paredones impresionantes que dan un aspecto inascesible a la sierra. Podremos observar el regio planear del buitre sobre nuestras cabezas, que vuela parsimoniosamente por los alrededores. En la zona más alta encontraremos bellas orquídeas y narcisos. Ya cerca de Lijar la cabra montesa, el aguila calzada y la culebrera. Los amantes de los deportes de aventura tienen allí el acceso a las pistas de vuelo. Algodonales y la Muela os sorprenderán tanto por la belleza de sus paisajes como por el calor y la cordialidad de sus habitantes.